viernes, 3 de octubre de 2014

LEMA ORANTE: EL INCREÍBLE E ILIMITADO PROCESO DEL SENTIR. DR.JOSE LUIS PADILLA. 28/09/14.
Desde cualquier lugar se emiten peticiones; a veces, de clamores que reclaman la básica necesidad: desde el comer y el beber, hasta la opción o posibilidad de amar.
Reclamos, desde todos los sinfines que se viven como confines.
Reclamos, como si llegar a la vida hubiera sido… un mal gusto.
Reclamos y demandas, como si estar vivo fuera un castigo; una incomodidad.
Plegarias de reclamos pidiendo “lo debido”; cada uno desde su cuadra, espacio, territorio, religión, filosofía o… estilo de vida.
Un reclamo de plegarias que no acaba de reconocer que los desastres que se viven son producto de una opción: de la opción que se ha gestado.
Y sin querer renunciar a ella, se suplica a la Creación que intervenga; que intervenga para quitar… lo incómodo, lo malo, lo duro, ¡lo difícil!, y dejar lo establecido, lo deseado, lo poderoso, lo rentable…
¡Esa actitud!... es una de las inconveniencias más llamativas del orante: cuando, ciertamente dolorido, se postra ante la Creación, el Misterio, lo Divino… para que mitigue sus penas, sus dolidos aconteceres.
Pero, si eso no está acompañado… de un decidido y contundente modo de vivir diferente, la comunicación, la connivencia con lo Divino, no se dará.
Quejas. Quejas múltiples al Misterio, por no derramarse éste con sus soluciones, sus milagros y sus imprevistos.
Y habrá –habrá-… ¡hay mucho! –¡o todo!- por hacer en vida. Cada segundo, dos seres humanos arriban – ¡arriba!-. Sí. Llegan. Se muestran. Ése es nuestro ritmo descomunal: ¡cada segundo!
Y sin respuestas; y sin acomodo; y sin planes de acogida…
El estilo de estar se ha vuelto distante, ¡exigente!, productivo, ¡rentista! No tiene “modos” de anfitrión.
Sus modos son la especulación… ¡sálvese quien pueda!... –“quien pueda”-…
No. No parecen quejarse otras especies, de su condición; si acaso –en ocasiones- se revuelven ante la domesticación.
Y esta especie “humanidad”, que no tiene depredador oficial, ¡que se vale y necesita de todas las demás!... y que, en consecuencia –por su capacidad, por su dominio, por su poder-, debería ser un manantial continuo de… ¡de alegría, de gozo, de esperanza!...
Venimos y conservamos el aliento del Misterio Creador. Pero, de inmediato, al aterrizar en este lugar del universo, somos rebozados con un mapa de claves, de normas, de usos, de costumbres, de imposiciones… ¡de juegos, de vestidos, de comida!...
Pronto –¡pronto!, ¡muy rápido!- se aprende… alguna clase de dolor.
Y quizás a partir de ello, la queja, la mueca, ¡la guerra!… empieza. ¡Y se identifica todo ello con “vida”!
Y se identifica todo ello con “la vida”.
Y, sin duda, por ese Misterioso Aliento Creador, algo nos dice que esa mueca, esa dolencia, esa queja… es falsa. ¡No es de naturaleza de vida! ¡Algo!, algo nos debe de decir, nuestra esencia de procedencia, cuando después de despertar… ¡se continúa!; ¡cuando después de caerse, se levanta!; cuando después de dolerse, se ríe.
¡Algo!, algo que supone “misterio”, nos exalta; nos exalta hacia no se sabe dónde. Pero –emulando las palabras del Kristo: “Mi reino no es de este mundo”- ¡pareciera que lo que nos impulsa a seguir!, a pesar de lo pesado de la condición humana, es que hay, es que está, es que en algún lugar, es que de alguna forma… hay otro reino. Hay… hay…
¡Y porfía!… y porfía y porfía, la vida, por vivir. Y a veces por decir, opinar, proponer o sugerir algo diferente; algo diferente al barniz que nos pusieron, que nos ponen.
Y ese misterio de propulsión, de propuestas, pronto –habitualmente- se amilana. Y el ser tiende a permanecer en lo conocido –“más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”-.
Y hay que fijarse además –¡estando en ese barniz de guerra!-, en que las infinitas plegarias que “a los ecos” van, si tuvieran cauce, ¡otra guerra crearían! –“si tuvieran cauce, otra guerra crearían”-, que bien podría llamarse “infernal”; porque cada uno, como pide lo suyo… y va a ser a costa de los demás, sólo la guerra puede solucionar ese dilema. Quizá, quizá por ello, ¡tan pocas plegarias se filtran!… hacia la comunicación “en” lo Divino.
Y a todo esto –en un porcentaje sin definir, pero importante-, en esa ¿convivencia?... entre lo guerrero barnizado y el misterio irrealizado pero permanente, para poder seguir, el ser se descubre disconforme consigo mismo. ¡El ser se descubre lamentándose de sí mismo! ¡No se gusta!
Y es lógico que así sea: un guerrero eternamente perdedor, circunstancialmente ganador, que no sabe obedecer a su esencia; es difícil, en esas condiciones, estar contento con uno mismo.
Y podría, puede –¡sin poder!- ponerse en evidencia –con oración, con meditación, con contemplación-… podría ponerse en evidencia –¡sin poder!- que el caudal con el que se expresa la vida, en el caso del ser de humanidad, está ¡inspirado en modelos de eternidad!; ¡está inspirado en infinitos espacios!; ¡está inspirado en una Nada Creadora permanente!... ¡No está inspirado en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en la caída, en el deterioro...!
Y en la medida en que el ejercicio del ánima, del alma, ¡del ánimo!... se descubre a través de ese seguir, a través de ese impulso de continuar sin saber a dónde, sin saber por qué, poder despertar a esa consciencia que nos… hizo “posible”; que nos hace posibles.
Seguramente, “senti-mentalmente”… eso nos conducirá ¡a cambios!, ¡a transformaciones!, a transfiguraciones, ¡a mutaciones de detalles!, ¡de actitudes!, de decisiones. Y no serán guerreras; no serán las conocidas; no serán las establecidas; no serán… las propuestas manipuladoras. Serán de otra calaña aunque pueda sonar a… a “bandidaje”-. ¡Serán de otra estirpe!: ¡de la estirpe original!
Si aún … si aún festejamos el nacimiento de un pollito, y si ¡aún! – como resquicios- nos conmueve el canto de los niños, estamos en disposición de promover esa sensibilidad… hacia otras categorías de alerta, de atención, de pulcritud, de impecabilidad, de consciencia de eternidad.
Detalles de “senti-mentalismo”, serán los que afloren… y nos abran ese mundo, en consciencia, desconocido; los que nos desparasiten… ¡de tanta materialidad exigente, impositiva y dominante!
Que recreemos nuestra esencia, y seamos un misterio gozoso, capaz, ¡sostenible!, viable y… ¡venturoso!
Descubriéndonos en la consciencia de “La belleza de vivir”…
El increíble e ilimitado… proceso del “sentir”.

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